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By Steve McCamel 18/Feb/99Por dónde empezar, cuando se trata de algo tan caro y especial para mi? Cómo encarar una reseña, una cronología de manera objetiva, cuando estoy escribiendo sobre una institución de la cual formo parte fundamental, me ha dado grandes satisfacciones y alimenta mi identidad a tal punto de otorgarme un segundo nombre? Desde ya esa es una tarea imposible, pero al menos en forma subjetiva, bien vale el intento, ya que por otro lado no existe nadie en el mundo que pudiese encarar tamaña proeza.
Y adivinaron por qué. Nadie querría hacerlo. Ni siquiera Charly Drummond. Empezemos por él. Su verdadero nombre es Carlos. Nació un 31 de diciembre de 1970 en la cuyana provincia de Mendoza. Hijo único se muda con sus padres a Buenos Aires, ya de chico (era tan precoz que él los trajo a los padres y no al reves). Yo lo conozco en 1984 cuando coincidimos en el Carlos Pellegrini, en la misma división (tercera) en 1º año.
Mi nombre real es Esteban, nací el 24 de febrero de 1971 en Buenos Aires y hasta ahí mi historia es más complicada...en 1972 nace mi hermano, y el clima se torna más denso. Hay que compartirlo todo.Mi primer contacto con la música fue un wincofón que se me cayó en la cabeza el mismo día que cumplí 4 años. Mis viejos ya sabían de mi temprana obsesión por los disquitos simples, por lo que para la fiestita en casa, pusieron el legendario winco bién léjos de mi alcance (visual), en un estante alto del placard de mi piezita. El accidente acaeció producto de mi tironear del cable para alcanzarlo, aterrizando en mi pequeña gran sabiola. Quizás así se entienda mi pasión musical y las secuelas psíquicas que permanecen hasta hoy en día.
Pero, cuál era el contenido de esos discos simples? Muy variado. Años más tarde comprendí que mis primeras influencias fueron Los Beatles, pero también Palito Ortega, Trini López, Julio Iglesias, Roberto Carlos, El Club del Clan, Neil Sedaka, Myriam Makeba y Roberto Breitman (mi tío, quien había grabado un mini acetato entitulado "Amame aunque sea un momento") entre otras basuras que pudieron haber atrofiado aún más mi sensibilidad musical, y producido más daño cerebral que el porrazo antedicho.